La soledad y olvido de Gardel
- José Miguel Barinas
- 24 ene 2017
- 3 Min. de lectura

En la mitad de la bullosa y comercial carrera 45 – que divide los barrios populares de Campo Valdés y Manrique – hay una casa que es distinta al resto del ambiente ruidoso de la 45. En medio de dos edficicaciones, se encuentra escondida la Casa Gardeliana, un museo que rinde honor a Carlos Gardel.
“Es un homenaje que precisamente le quiso hacer un argentino fanático a Gardel acá en Medellín”, explica Mario Palacio, el coordinador de la Casa Gardeliana.
La Casa, fue fundada en 1972 por Leonardo Nieto. Era un centro de espectáculos que tenía artistas de tango tocando cada noche. Sin embargo, no estaba dispuesto al público y funcionaba en un horario nocturna.
Fue en 2011 cuando el ex alcalde de Medellín (y candidato de este año para el mismo cargo), Alonso Salazar, compró la casa y la convirtió en un museo. Optó por la adquisición porque Gardel murió en un accidente aéreo en 1935, cuando planeaba venir a la capital antioqueña como cierre de su gira en Colombia y él era una estrella nacional de la música en esa época. Al convertirlo en una galería, Salazar cambió los normas que tenía Nieto.
A pesar de que la vivienda está abierta al público, se mantiene en soledad. Al entrar a la Casa Gardeliana, solo se ve a Mario en el fondo, junto al restaurante, tomando la asistencia de la gente que entra. Las paredes, que tienen escritura de las teorías uruguayas y argentinas que se refutan mutualmente sobre el nacimiento de Gardel, están como las letras de un libro antiguo que espera que alguien las lea. La tarima que está situada en la mitad del hogar, como dice Mario, tiene esa nostalgia de haber tenido grandes artistas del género tocando en ella cada noche. Ahora, se conforma cuando hay clases de tango para los niños y adultos, y de vez en cuando, presentaciones especiales que requieren el uso de la plataforma.
Viendo el interior del hogar, le pregunto a Mario si es por falta de conocimiento o confusión de los ciudadanos en pensar que el museo todavía sigue siendo privado.
-Es el contacto directo (prestación del espacio) que tenemos con la comunidad. Y que la comunidad sepa que la Casa Gardeliana ya está abierta. Que ya no es un espacio cerrado, responde Mario.
Luego agrega: “Realmente, quisiéramos que nos visitaran más. Estamos en esa etapa de cambio desde que la gente sepa que estamos abierto, es gratuito”. En por promedio entran 40 personas diarias. Mario es ambicioso. Puede que sea joven para entender la magnitud que tuvo Gardel en su tiempo, pero sabe la importancia del argentino en la ciudad. Quiere tratar de preservar la idea del artista que quería conseguir “convertir a Medellín en una capital del tango”.
Al terminar la entrevista, cuando voy saliendo de la Casa Gardeliana, se escuchan las letras de la canción Mano a mano de Gardel: “…donde triunfan y claudican milongueras pretensiones, se te ha entrado muy adentro en el pobre corazón…”. Aun así, sus despechos se opacan con el ruido de las motos y articulados del Metroplus que transitan por la carrera 45. Inclusive, dentro de la casa, está más presente el alboroto de la quebrada que pasa por el lado que la misma música. El legado de Carlos Gardel está en el olvido y su voz es ahora un eco solitario.
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