Los extremos en Colombia están de moda
- Santiago Castañeda Gómez
- 8 feb 2017
- 2 Min. de lectura

Con el nacimiento de la democracia parece que surgió a su vez, como un eventual mal la polarización, y a medida que pasó el tiempo en Colombia esta se fundió como una metástasis a la democracia.
Aun así, no se pueden confundir los términos, es muy diferente hablar de polarización que de oposición, pero parece que hoy en día en este país no se puede pensar de este modo, los extremos en acá están de moda. Esto se evidencia tanto en las instituciones, en los derechos, en los medios de comunicación, o en la conversación de cafetería acompañada de un café.
No deberíamos confundir dos términos tan diferentes y que caminan hacia horizontes opuestos, es que en este país, de rojos y azules, parece que se desconociera el término medio, no se puede hablar de una democracia sino de una polarización muy marcada y que según la Constitución del 91 es un Estado Social de Derecho basado en la democracia y que debería ser el principal motor para construir una sociedad en aras de la igualdad.
Esta polarización la podemos observar en la historia de nuestro país. Las carreteras de los pueblos se llenaron de ríos de sangre, las casas de liberales o conservadores fueron reducidas a cenizas por el color de sus fachadas. Los niños fueron asesinados, las mujeres violadas y las propiedades saqueadas simplemente porque el hombre de la casa era “godo” o “collarejo”. La corbata colombiana (años después popularizada por narcotraficantes) se convirtió en un símbolo del destino que correrían aquellos que pensaran diferente.
Un ejemplo más sencillo y global sumió al mundo en un estado de alerta durante más de 40 años. Los bloques divisorios, extremistas y completamente polarizados del capitalismo y el comunismo, revelan la imposibilidad de unificación política, económica y social que tiene el ser humano. A tal nivel de intolerancia y división llegó el hombre en el siglo XX, que el mundo debió ser partido literalmente en dos. Reagan, Castro, Kim Il Sung, Bush, Santos, Uribe la lista de enemigos duales continúa eternamente. ¿Quizás una tregua, una alianza entre estas grandes polarizaciones políticas y culturales, hubiesen construido un mundo realmente democrático?
Los estereotipos han manchado las instituciones políticas. No existe el respeto por las ideologías ajenas. Toda forma de pensamiento diferente a la nuestra no cabe en el ideal de sociedad que mi partido, religión o cultura me han impuesto. Vivimos en un planeta donde ser de izquierda es ser guerrillero, ser uribista es ser paraco, ser chavista es ser bruto y ser opositor es ser un gusano.
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